lunes, 25 de octubre de 2010

Romance VII “Zulema”

Parecía calmada. La anciana se sentía más animada con el paso de los minutos. Así lo atestiguaban sus comentarios, que eran un hervidero de armoniosas palabras, y sus gestos, que parecían pausados movimientos dentro de un sueño infinito…

- He de hablarte ahora de mi hija Huelva. Es una dama inquieta, con ansias de descubrir, repleta de misterios y que le gusta vivir al límite de sus posibilidades. Por otra parte he de reconocer que es bondadosa, sentimental y muy pasional.
Creo recordar que hubo un importante hombre en su vida que compartía afición con ella por las leyendas. Este escritor, llamado José Nogales y enamorado de Huelva, le dedicó una romántica historia a mi hija. Él decía que lo que sentía por su persona se podía asemejar a lo que sentían los dos amantes protagonistas del citado relato.
Zulema, una preciosa princesa árabe, amaba con locura a un cristiano. Su padre nunca toleró ese amor y terminó asesinando al muchacho. A ella, como castigo, la enterró hasta el cuello y dejó que los cuervos y el sol hicieran el resto.
En la siguiente canción, Zulema medita y se ahoga en recuerdos mientras está enterrada y la muerte se acerca. Según la leyenda, sus lágrimas engendraron el manantial de una fuente. Son sus últimos instantes en vida…




ZULEMA
Letra y Música. Narci Lara. (HUELVA)

Basada en la leyenda “La Zulema” (Mosaico, 1891) del escritor onubense
José Nogales (Valverde del Camino, Huelva 1860- Madrid 1908)

Mira al sol y acaríciame
Resplandor que eclipsa al temor…
Nuestro amor no es cosa de dos
Mi jardín florece sin ti

Sabes que, esperándote
Puedo estar, una vida y más.
Mi creador porta una obsesión.
No elegí yo su religión…

Quiero mirarte, quiero besarte
Quiero buscarte por todas partes
Quiero cuidarte, quiero ayudarte
Quiero arroparte entre mis brazos

ESTRIBILLO

No salga el sol, matices negros
Tu piel no está, si tu recuerdo
Cristales, tintados, con sangre de celos
Martirio, con velo, nostalgia, sin miedo

Los cuervos graznan, mi luz se apoca
Mis lágrimas conservan tu rabia
Muerte que nace, un río que brota
La fuente aguarda tu vil derrota

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